Cuando una mujer llega a los 60 años la edad se hace más evidente que nunca. Canas, arrugas, los primeros achaques… Y sin embargo, sigue siendo una edad estupenda para mantenerse coqueta y vestir a la moda, o como más te guste. Porque con 60 años tu vida puede seguir siendo perfectamente pública y normal, desde salir a tomar copas hasta hacer cualquier tipo de ejercicio, ir a espectáculos, al cine con las amigas, con tu marido… Parece que a partir de ciertas edades la ropa ya tiene que ajustarse a ciertos cánones, como si hubiera “prendas de mayor” y “prendas de jóvenes”. Sin embargo, encontrar nuestro propio estilo a esta edad también puede ser un reto, llevando prendas con elegancia, que nos favorezcan, y que no nos hagan tener ese sentimiento de ser “abuelas”, lo seamos o no realmente, que eso es algo aparte.
La moda no se acaba cuando cumplimos 50 o 60 años, ni mucho menos. De hecho, dependerá de nuestro propio gusto, de nuestro propio estilo, elegir el tipo de ropa que queremos llevar. ¿Por qué una mujer de esa edad no puede ponerse faldas o vestidos más ceñidos, si todavía tiene piernas y cuerpo para lucir? La decisión estará en nuestras manos, porque al fin y al cabo somos nosotras las que debemos entender mejor que nadie lo que queremos a la hora de vestirnos. Nosotros te vamos a dar algunos consejos que seguramente te resulten útiles para comprender mejor todo esto de la moda más allá de los 60. Descubrirás que hay muchísimas opciones y que todavía están es una edad maravillosa para sentirte joven, porque lo eres, y la ropa te ayudará a conseguirlo, con un look renovado y casual.
Aunque el ser humano ha tardado mucho en darse cuenta (seguramente demasiado), las medidas contra la contaminación y la destrucción del medio ambiente están empezando a tomar cuerpo no solo entre las grandes corporaciones, sino también entre las personas de a pie. Hemos de cuidar nuestro medio ambiente porque al final éste es el único planeta en el que podemos vivir (que sepamos) y estamos destrozando nuestro propio hogar por la infame querencia de materias primas, para un consumo desorbitado del todo, y sin pensar en todo lo que estamos haciéndole a nuestro entorno.